De “Hiroshima mon amour” a los escenarios de la guerra de Ucrania. Mi aportación a la reflexión colectiva.
- Escrito por Odón Elorza
- Publicado en Blog
La guerra en Ucrania ha puesto a prueba la unidad real de la Unión Europea así como el grado de cooperación y coherencia entre los Estados miembros ante un acontecimiento de extrema gravedad. Mientras, la ciudadanía europea se desespera ante los efectos de una guerra que vive y sufre de cerca, por la inflación y las graves incertidumbres vitales que provoca este conflicto. No será fácil, con el escenario previsto para este otoño y el auge de los populismos, responder a la evolución de la situación con decisiones acertadas, calma y resiliencia.
Aún sin cerrar las heridas de la pandemia, vivimos una etapa crítica para la humanidad y el respeto a los derechos humanos. Lo digo no solo porque la guerra de Ucrania acontece en Europa -aunque otras guerras que nunca nos preocuparon no han cesado en el resto del Planeta- ni por las consecuencias económicas sobre nuestra sociedad de bienestar.
La época que atravesamos es la más crítica, después de la Segunda Guerra Mundial, porque en este clima bélico cogen fuerza el pensamiento político más reaccionario y la militarización de las conciencias. Y porque, además, se produce un retroceso en la lucha contra el cambio climático. Afortunadamente, surgen voces democráticas que reclaman la imperiosa necesidad de transformar los paradigmas de un orden económico que agudiza la injusticia y la desigualdad; una economía globalizada y desregulada.
También se extiende una cierta estigmatización de cualquier reflexión crítica sobre el proceso seguido en este conflicto por las potencias occidentales. Y se minusvaloran las posiciones que defienden la necesidad de intensificar las gestiones a fondo por parte de la alta diplomacia y de países intermediarios para encontrar una salida a la guerra provocada por el tirano imperialista Putin y que los demócratas condenamos.
Pero no deberíamos resignarnos a la cronificación de la guerra. Por ello surgen diferentes preguntas: ¿El sistema de lanzamisiles Himars de alta tecnología y los cohetes antiaéreos que EEUU y otros Estados de la Alianza vienen entregando a Ucrania, servirán para hacer crónica la guerra, lo que se traduciría en una situación de empate de larga duración? ¿Se producirá una carrera de armamentos y una escalada militar que active el riesgo de guerra nuclear, más aún tras el anuncio de Rusia del empleo de misiles hipersónicos? ¿O por el contrario los misiles Himars y otras armas sofisticadas entregadas a Zelenski que llegaran a suelo de Rusia harían ver a Putin que debe buscar un acuerdo diplomático?
Mientras, la inflación, que ya empezó a subir en 2021 por los efectos de la pandemia en el mercado internacional, está disparada por la guerra, con el incremento de precio de las energías, los combustibles y los alimentos. Todo ello, provoca la recesión y el hundimiento a la economía europea que aún dispone de los Fondos para afrontar la recuperación económica. No olvidemos, como un efecto derivado, la fuerte incidencia del trigo, paralizado en los depósitos de Ucrania, en la hambruna que padece gran parte de la población en los países del sur.
La Europa democrática es débil en materia de defensa y ahora será más dependiente de EEUU en suministro energético, en armamento y tecnología militar. La potencia norteamericana actúa, como siempre, en defensa de sus propios intereses económicos y geoestratégicos. Con Biden o con Trump, enfrascados en su lucha electoral, la guerra en Ucrania es un escenario más de su confrontación de cara a las próximas elecciones legislativas en noviembre.
En todo caso, la invasión de Rusia a Ucrania ha facilitado el cierre de filas en torno al poderío de Washington, con el compromiso de todos los socios de la OTAN de incrementar el gasto militar en sus presupuestos. No pongo en duda el posicionamiento de la UE, la OTAN y EEUU en favor de actuar para que se respete la soberanía de Ucrania, con sanciones a Rusia, ayudas económicas y entrega de armamento a Zelenski. Pero, a raíz de la pasada Cumbre de la OTAN en Madrid y la aprobación de su nuevo Concepto Estratégico, sí creo necesario reflexionar sobre las consecuencias de los acuerdos.
El nuevo concepto del orden mundial, los objetivos de la estrategia militar y su relato político pasan por encima de la vida de las personas, de sus necesidades y derechos básicos. La revitalización de la OTAN ha conllevado señalar a Rusia como principal amenaza directa y a China como un desafío sistémico, así como acordar el rearme y resucitar los bloques.
Sin embargo, se desconoce si en la Cumbre de la OTAN se trató a fondo la búsqueda de una solución diplomática para lograr un final de la guerra que sea suficientemente digna, segura y estable para las partes. La diplomacia y una ONU devaluada tienen el dificilísimo papel de plantear las cuestiones y los términos hipotéticos de unas negociaciones que permitan un final de la guerra en el que no haya aparentes vencedores ni vencidos.
Llegados a este punto, deberíamos preguntarnos si alguien cree posible una derrota militar de Putin. Hablamos de Rusia, una gran potencia nuclear que ya no puede ser derrotada militarmente sin riesgo de desatar una guerra nuclear. De momento, pese a las sanciones y daños que está soportando Rusia, Putin ha respondido cerrando más el grifo del suministro del gas ruso a países europeos en apuros, obteniendo del gas los ingresos extras que le permiten financiar la guerra, llevando al extremo su autoritarismo y ensayando el uso de armamento más sofisticado.
Por otro lado, las medidas en respuesta a los retos de la emergencia climática y la transición ecológica se ven paralizadas y retrasadas por la guerra, con la vuelta a las centrales nucleares y al uso del carbón. Ya sabemos que la soberanía de los Estados depende de poseer fuentes propias de energía. Europa carece de recursos energéticos suficientes para hacer funcionar su maquinaria económica. Por eso Putin hace descansar el sueño de su expansionismo nacionalista en el poder energético de Rusia para amenazar y atacar la economía de la Unión Europea. Aunque Biden, meses atrás, se comprometió a reemplazar el suministro de gas ruso por gas licuado americano obtenido con la técnica del fracking.
La compatibilidad entre la guerra y un sistema de democracia avanzada resultará muy complicada de lograr. Lo saben muy bien las fuerzas ultras y populistas que buscan aprovecharse del clima de incertidumbre, desconfianza y miedo que se extiende entre la ciudadanía. Sucede que el disfrute y prevalencia de los valores de la cultura democrática se pueden acabar resintiendo y depreciando -en los Estados democráticos homologados- por las duras consecuencias de una guerra. En ese contexto, hay sectores de la ciudadanía que ven prioritarias la defensa y la supervivencia colectiva frente a la inseguridad y el horror.
Son tiempos de ansiedad y sufrimiento ante tantas incertidumbres acumuladas y el aumento continuo de víctimas de la crisis. Tiempos que requieren liderazgos políticos sólidos que apadrinen ideas democráticas globales para gestionar la creciente ansiedad de la ciudadanía y avanzar en la dirección de un cambio de modelo para el planeta.
Esta situación de alarma exige una redistribución justa de sacrificios, esfuerzos y contribuciones fiscales por parte de las grandes empresas energéticos y de los poderes economico-financieros. Se requiere la aplicación de nuevas medidas fiscales sobre quienes obtienen grandes beneficios de la guerra y de la emergencia energética, como la Banca y las grandes empresas de energías; también sobre quienes hacen un inmenso negocio con la venta de armamento y de tecnología militar.
Estas obligadas reflexiones me surgen tras revivir la excepcional película de 1959 del director Alain Resnais, “Hiroshima, mon amour”. Una nueva versión de aquella historia de amor, surgida tras el desastre nuclear provocado por las bombas lanzadas en 1945 por USA en Hiroshima y Nagasaki, sería la demostración de que la barbarie, en este caso con motivo de la guerra de Ucrania, se volvió a imponer a la humanidad.
Odón Elorza / Diputado del PSOE
San Sebastián, 31 de julio de 2022 / Publicado en Ethic.es el 2 de agosto / Actualizado el 15 de octubre de 2022