Ucrania ante el complejo reto de desarrollar planes de paz.

Es una tarea urgente avanzar hacia un cambio de escenario para acabar con esta guerra europea. Ese debe ser, en mi opinión, el objetivo central. De momento, se imponen los discursos oficiales belicistas y la entrega creciente de armas cada vez más potentes a Ucrania para responder al superior potencial ruso. Me alarman las proclamas que defienden la intensificación de la guerra hasta lograr la derrota de Rusia porque pasan por alto el equilibrio de fuerzas existente entre bloques, el armamento nuclear ruso y los escasos cambios que se registran en la línea del frente de guerra.

Mientras, asistimos a la amenaza creciente de una larga guerra cronificada y de desgaste que aumente el número de muertos, el sufrimiento y la devastación de Ucrania. Además, no podemos olvidar el riesgo permanente de una escalada nuclear, los efectos sobre la economía global y su contribución al empobrecimiento de las condiciones de vida de gran parte de la población del planeta, la práctica paralización del proceso de transición energética o el clima de tensión extrema, de inestabilidad e incertidumbre que provocan las grandes potencias con sus jugadas de ajedrez en el tablero de la geopolítica.

El apoyo decidido de la Unión Europea a Ucrania, bajo la dirección de Estados Unidos, frente a una invasión ilegítima y criminal de Rusia está plenamente justificada y ha servido para frenar el sueño imperialista del dictador Putin. Un año después, es tiempo de preguntarse: ¿ahora qué?. Y empiezan a aparecer, muy tímidamente, informaciones sobre recientes planes de paz. Uno promovido por Zelenski -el pasado noviembre- o el último de China y conocido hoy. 

Por tanto, hay razones sobradas para intensificar los trabajos en favor de generar dinámicas que hagan posible la paz. Hay que hacerlo por encima de adhesiones inquebrantables y de los intereses lucrativos de las industrias energéticas y de armamento que aprovechan la guerra y el crecimiento de los presupuestos de los Estados en materia de defensa. Es preciso alentar y promover desde los foros de expertos, analistas y organismos internacionales las tentativas de conversaciones que permitan ir creando las condiciones para un alto el fuego y un posterior inicio de negociaciones. El objetivo no puede ser otro que poner fin a esta guerra.

Afortunadamente, se están abriendo, aunque con dificultad, espacios para aquellas voces que plantean dudas, análisis independientes sobre el conflicto y preguntas sobre la estrategia del bloque OTAN-EEUU-UE y el alcance del compromiso político, militar y financiero que estamos dispuestos a mantener con conocimiento de la ciudadanía.

En democracia no se debería estigmatizar todas las posiciones críticas ni se pueden descalificar como posiciones equidistantes que favorecen a Putin. Precisamente, y con ocasión de algo tan grave como una guerra, es en los países democráticos donde solo resulta posible y conveniente expresar, con libertad, dudas y discrepancias de carácter ideológico o moral.

El apoyo a la soberanía de Ucrania no ha de impedir un razonable debate público sobre la estrategia a seguir y el sentido que adquieren la flexibilidad y las concesiones mutuas en una negociación para avanzar hacia una paz digna. Debate, también, sobre el significado de cuestiones claves como la referida a la recuperación de la integridad territorial para Ucrania.

Por encima de Europa, Estados Unidos tiene la llave para posibilitar un cambio en la evolución del conflicto. No es tarea fácil y requiere aclarar, pensando en otro escenario, sus planes sobre el apoyo a la recuperación de Ucrania, asumir compromisos para garantizar su seguridad tras la guerra, examinar la opción de la neutralidad del país, establecer condiciones para el alivio de algunas sanciones a Rusia y buscar un acuerdo con China sobre la seguridad global.

Si se supera la ofensiva rusa y de los indeseables mercenarios Wagner, anunciada para este invierno, es previsible que España, con la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE en manos de Pedro Sánchez durante el segundo semestre del año, tenga la oportunidad de liderar una posición europea en favor de la celebración de una Conferencia internacional que apruebe las bases de una paz justa y duradera. ¡Ojalá España haga ese papel! Mientras, se deben reforzar las gestiones de la alta diplomacia para profundizar en los tímidos planes de paz.

 

Odón Elorza / Ex diputado del PSOE por Gipuzkoa y licenciado en Derecho.
San Sebastián 24 de febrero de 2023 / Publicada una versión inicial en La Hora Digital 

Odón Elorza

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