Los nuevos desafíos de las democracias.
- Escrito por Odón Elorza
- Publicado en Blog
La revolución tecnológica, la crisis climática, las pandemias, las migraciones o el avance de los populismos son desafíos que exigen respuestas de ámbito planetario. Vivimos en un escenario global plagado de incertidumbre por las transformaciones disruptivas que provocan un estado de ansiedad colectiva. La solución a estas crisis globales no está garantizada por la democracia pero las respuestas a los complejos desafíos sí pasan por aplicar los valores y la metodología de gobierno del sistema democrático.
Los retos de la democracia se centran en una necesaria regulación de los efectos de las tecnologías (en especial de la IA), la consecución de la soberanía digital por los Estados, una fiscalidad redistributiva de aplicación internacional y sin paraísos fiscales, así como una transición energética y digital basadas en la equidad y justicia, que no provoquen más exclusión. Objetivos que no serán posibles sin una democracia innovadora que haga posible la gobernanza democrática de los nuevos fenómenos y aporte a la ciudadanía confianza y seguridad en el futuro.
Hablamos mucho de la amenaza de la extrema derecha para la democracia. Y en España de la deriva trumpista del PP. Eso no puede impedirnos dirigir una mirada crítica y constructiva hacia las posiciones de la izquierda. En medio de tanta convulsión política, la izquierda necesita concretar un nuevo relato que explique su proyecto político de futuro ante la encrucijada.
La izquierda, consciente de la gran complejidad de los retos y del poder de las grandes corporaciones tecnológicas y los fondos de inversión, debe actuar para evitar la “privatización del futuro”. Se trata de lograr que la transición climática y digital permita un modelo de sociedad más igualitaria, con políticas públicas y una gobernanza compartida.
Ese relato ha de ser comprensible y creíble, apoyándose en los principios históricos de la izquierda, en razones éticas y en las necesidades sociales. Es necesario explicar un proyecto de comunidad que responda al interés general y en el que las medidas claves, a largo plazo, sean objeto de un diálogo y acuerdos transversales, también entre el PSOE y el PP.
La derecha ofrece hoy, en apariencia, un discurso más potente, audaz y a la vez engañoso sobre los grandes conceptos: la libertad, pero obviando la necesidad de nuevos marcos de regulación; la igualdad, que no será tal si no se extiende a las políticas fiscales redistributivas; la solidaridad, que va unida a la resiliencia; y la separación de poderes, que ha de garantizar en un Estado de Derecho la independencia de los organismos de control a los gobiernos.
La izquierda no puede perder la iniciativa y claridad en sus propuestas sobre un futuro que se construye y decide, desde hoy, en materias de gran trascendencia. Me refiero a las migraciones, la configuración de una España plurinacional, el fortalecimiento de los servicios públicos o la transición energética en favor de una economía sostenible.
Los partidos, reconociendo la desconfianza ciudadana sobre ellos, siguen siendo insustituibles para el buen funcionamiento del sistema democrático. Pero muestran, en ocasiones, una carencia de sensibilidad democrática. En los últimos seis años asistimos a un proceso de degradación de la vida política, lo cual es también una responsabilidad de los gobiernos progresistas, por sus contradicciones e incapacidades. No cabe ser autocomplaciente a la hora de valorar la salud de nuestra democracia que debiera afrontar importantes reformas pendientes.
La realidad es que la crispación en la vida política es máxima (bastaría con analizar las acusaciones llevadas al límite con ocasión del proceso de investidura). Hay una ausencia total de diálogo transversal entre izquierda y derecha, lo que imposibilita afrontar reformas consensuadas de la Constitución, de leyes orgánicas o planes estratégicos; son habituales los discursos de odio y la confrontación sistemática que agudiza la polarización de la sociedad, algo que adquiere tonos extremos en las militancias y electores más hooligans; es alarmante la pérdida de autonomía del Parlamento; y crece el conflicto sobre la separación de poderes, agravado por la paralización de la renovación del poder judicial.
Necesitamos repensar la vieja democracia liberal representativa. Esto se tiene que traducir en reformas que favorezcan el diálogo y la deliberación en los parlamentos y en los partidos, nuevos cauces para la participación de la sociedad en la tarea legislativa y en la toma de decisiones, la práctica de la ética pública, una gobernanza cooperativa a nivel estatal y planetaria, la correcta interpretación y aplicación del significado del Estado de Derecho y, en esencia, una democracia con visión de futuro que resulte más justa y más útil a la ciudadanía.
Odón Elorza / Ex Alcalde de San Sebastián, 1991-2011.
19 de septiembre de 2023. Publicado en El Diario Vasco