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Odón Elorza

Odón Elorza

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La gestión de la amnistía y la ética de la democracia.

No se habló de la amnistía en los debates electorales previos al 23J. Por tanto, no se produjo una deliberación sobre un tema de vital importancia para la convivencia según el PSOE o motivo de ruptura de la unidad de España en opinión del PP. Pero, sin duda, habría influido en la votación.

Tampoco el candidato que luego fue investido Presidente la incluyó en su programa. Es más, Pedro Sánchez respondió en la entrevista de RTVE -el 21 de julio- que no pactaría una amnistía con los independentistas para lograr su apoyo y que ya obtuvieron unos indultos condicionados. Ambos hechos merecen una reflexión serena y crítica para quienes defendemos un mejor funcionamiento de la democracia en momentos claves.

Aclaro que soy partidario de una “determinada” amnistia y que considero constitucional la que se propone, aceptando otras opiniones. Y al referirme a una “amnistía determinada” lo que quiero expresar son mis reservas políticas a una proposición de ley que no recoge en su exposición de motivos un relato riguroso y no concesivo hacia los secesionistas sobre lo sucedido en octubre de 2017 en Cataluña.

También considero, como expresé ante el Comité Federal del PSOE, que la amnistía tenía que venir acompañada de contrapartidas políticas explícitas de los beneficiarios, en el sentido de su renuncia a la ilegal vía unilateral. No hablo de una renuncia a su proyecto independentista. Sin embargo, acuerdos como el alcanzado con Junts en Bruxelas provocan más rechazo y crispación.

Por otra parte, esta ley excepcional no llega amparada por un proceso negociador coherente con algunos de los principios éticos del sistema de gobierno y convivencia en una democracia. Me refiero a la necesaria deliberación pública previa, a la transparencia que debe acompañar su gestión y a la búsqueda desde el diálogo de un amplio consenso político y social. Sobre este aspecto es llamativa la encuesta/barómetro de Prisa que recoge la disconformidad del 50% del electorado del PSOE, reflejando además sensaciones contradictorias en sus respuestas como señal inequívoca de confusión.

Los progresistas vamos a soportar durante tiempo la estrategia catastrofista y polarizadora de las derechas trumpistas y sus voceros. Hoy es la amnistía y ayer fue la utilización inmoral de una ETA derrotada y no amnistiada. Pero seguirán deslegitimando a Pedro Sánchez y su Gobierno, en medio de un comportamiento rabioso del ganador virtual Feijóo -que mintió en el debate electoral- y de las presiones fascistas de los ultras ante Ferraz. Todo ello, junto a una amnistía mal gestionada y peor comunicada, provoca un daño a la democracia. Además de que supone un lastre para la credibilidad del nuevo gobierno de progreso que necesita España.

El paso de los meses y los próximos resultados electorales nos dirán si la medida, aceptada de modo insospechado y sorprendente por el PSOE para conseguir formar gobierno, alcanza su objetivo indirecto de mejorar la convivencia en Cataluña y en el resto de España. El objetivo directo se cumplió al ganar la investidura con la bendición de Puigdemont y los votos de Junts.

Concluyo. Soy firme partidario de una regulación en la LOREG de los imprescindibles debates electorales, al menos en la televisión pública, para que se expresen con claridad las ofertas y compromisos de los partidos ante una ciudadanía cada vez más descreída. Debates rigurosos que aporten información veraz de cara al voto y mejoren la calidad de la democracia, pero que servirían de poco si luego descubrimos que había claves ocultas no citadas. Claves que después resultan decisivas y que no estuvieron en el conocimiento de una ciudadanía que debiera ser soberana.  

 

Odón Elorza / Ex Diputado y miembro del Comité Federal.

San Sebastián, 5 de diciembre de 2023.

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Privatizar la política para empobrecer la democracia.

No hay mayor negocio que privatizar la política. Dejarla fuera de la influencia y el control de la ciudadanía para que esté, más condicionada y mediatizada, en manos de los intereses privados de los grandes grupos económicos. Entre ellos, las corporaciones tecnológicas y los fondos de inversión.

La ideología neoliberal, hoy representada por las variantes ultras y trumpistas, es la mayor beneficiada de esta deriva privatizadora que va socavando el prestigio y la eficacia del sistema democrático de gobierno y convivencia en todo el planeta. Por otra parte, en el marco del escenario de la globalización, los centros de los poderes económicos toman decisiones de gran trascendencia política y económica sin seguir las reglas de la democracia, en contra de los intereses generales y por encima de la soberanía de los Estados. Los “emperadores tecnológicos” ya juegan un papel decisivo en las guerras.

El avance de la privatización es también consecuencia de los procesos de jibarización de la democracia, hasta convertirla en una actividad intelectualmente más empobrecida y reducida a círculos políticos y élites de poder. Así, se sustraen las grandes decisiones del debate público, del ejercicio de la transparencia y hasta de la capacidad decisoria real de los Parlamentos. Porque todos esos grupos persiguen, además, la subordinación del Parlamento soberano a objetivos que no son los de servicio público a la comunidad y a intereses que no son los generales.

Existen, también, otros factores que favorecen esa privatización, como es el papel que juegan los intereses sectarios de los partidos políticos en la toma de decisiones, bien para alcanzar y monopolizar el poder o bien al actuar con la lógica de una empresa que busca la obtención de un beneficio partidista. Esas razones y los consabidos vicios de la política, como la corrupción, la mentira, la desconexión con la realidad social y las tendencias autoritarias o cesaristas, provocan el alejamiento y desinterés de la sociedad por la política.

Las fuerzas de progreso, pero también la derecha liberal, tienen que responder defendiendo medidas de reforma e innovación de la democracia representativa. Lo cual se traduce en promover vías de participación, deliberación, consulta y transparencia para fortalecer los derechos democráticos, la defensa de lo público y la condición de la política como un patrimonio colectivo. Porque una democracia avanzada debe ofrecer cauces e instrumentos de participación que poder votar cada cuatro años a unas listas cerradas.

Por otra parte, es cada vez más patente en los partidos el uso de la mercadotecnia empresarial o puro marketing electoral, lo que unido a la escasa fiabilidad de compromisos electorales no verificables y al olvido de una práctica política basada en la ética pública, hacen que la confianza ciudadana en la política sea residual. Sin embargo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten a los poderes públicos enormes posibilidades para abrir paso a una democracia deliberativa y controlable. Pero las instituciones no son conscientes de su trascendencia.

En un tiempo de convulsiones, la vida política se desarrolla con un alto grado de sectarismo, crispación y polarización. Son fenómenos que provocan el alejamiento y la desafección de gran parte de la población hacia la vida política.

Vivimos una etapa peligrosa para la credibilidad de la política y las democracias. Arrastramos fallos en el sistema de representación política y asistimos a un funcionamiento de los gobiernos cada vez más basado en el hiperliderazgo y el presidencialismo. Todo ello sucede mientras el diálogo para llegar a acuerdos, el debate con respeto al pluralismo y el contraste de ideas se consideran accesorios.

De modo que si a los problemas sociales de desigualdad y precariedad y a la incertidumbre que provocan las crisis y los nuevos desafíos globales que afectan a toda la humanidad, se añade la privatización de la política, la incredulidad y desconfianza hacia la política y los partidos aumentarán. Pongamos que también hablo de España.

 

Odón Elorza / Ex diputado y miembro del Comité Federal del PSOE

San Sebastián, 1 de diciembre de 2023 / Publicado en público.es

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Todo es susceptible de empeorar.

Eso podría suceder en Argentina, aunque la mayoría se ha agarrado a Milei como a un clavo ardiendo, indignada con una vida de miseria y harta del oficialismo peronista. Es el peso de la calle. La democracia deja de interesar y de ser respetada cuando se pasa hambre y el pueblo considera que la política ya no es útil para devolverle la esperanza.


¿Y nosotros qué? En España no existe tal grado de desesperación social. La economía aguanta, salvo sorpresas, mientras el Estado cumple razonablemente bien su función como escudo social y la prestación de servicios públicos. Sin embargo, la polarización invade a la sociedad y el clima de confrontación se instala en la calle. La crispación está servida.

La vida política no aporta calma a la ciudadanía ni al debate de los retos pendientes y se da la paradoja de que el Gobierno de progreso, para seguir siéndolo, ha tenido que negociar una ley excepcional de amnistía. Dicen que busca mejorar la convivencia en Cataluña pero, de momento, pareciera que la empeora en el resto de España. Porque es discutible y porque la derecha derrama gasolina.

Mucha gente, incluso electores que apoyan al Gobierno, se sienten confusa y enfadada cuando los beneficiarios de la amnistía -que es perdón de las penas por los delitos y faltas cometidas y olvido de aquellos graves hechos ocurridos en Cataluña- hacen gala en el Congreso de su fuerza condicionante y no ofrecen contrapartidas.

Por eso, también en nuestro país, todo es susceptible de empeorar. Sectores de jueces tomando partido, militares nostálgicos, policías dispuestos a derramar su sangre por la patria, ultras que acosan Ferraz y resucitan el franquismo puro. Mas aquellos nacionalistas españoles anónimos que portan la banderita hasta en el collar del perro. Todos se esmeran por competir con pronunciamientos bárbaros de sabor golpista para echar o incluso para encarcelar a Pedro Sánchez y su equipo.

Las fuerzas reaccionarias se han propuesto utilizar esta generosa amnistía para organizar una carrera de desgaste larga y bien planificada, de modo que no se rebaje la tensión. Aumentarán los ataques y se inventarán todo lo que sea necesario -incluso para que nos retiren fondos de la UE- durante las fases de tramitación, aplicación y recursos a la ley. La vuelta triunfal de Puigdemont es una necesidad en su guión.

Pero más allá de la obsesión desestabilizadora de Feijóo, los de la fruta y los incendiarios, Pedro Sánchez soportará fuego amigo. Me refiero a las presiones de grupos de apoyo a su investidura, a las consecuencias del cabreo de Podemos y a las amenazas de los secesionistas de romper los acuerdos tras el numerito con el verificador. Sin olvidar “las cosas” que pueden pasar en un planeta descontrolado donde los emperadores digitales empiezan a mandar sobre los Estados.

El Presidente ha de armarse de paciencia, prudencia y apostar por más democracia. Hacerlo en sus comparecencias, con gestos y en diálogo con el Parlamento. Por cierto, con un Senado que será una cámara de tortura para el Gobierno. Y en la apuesta por garantizar la separación de poderes, empezando por cambiar el sistema de cuotas en los nombramientos de los organismos constitucionales.

El Presidente necesita crear un relato que desarrolle una gobernanza de cooperación y articulación más federal ante unas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos en manos ajenas. Otro ruego: evitar que avance la privatización de la política, mediatizada por los grupos económicos de interés y por los intereses de los grupos políticos cuando actúan casi como una empresa.

Un escenario que puede hacer que muchos olviden los graves problemas y retos globales que traen incertidumbres. En este planeta, la crisis climática, la revolución digital, las migraciones y las transformaciones disruptivas provocan un estado de ansiedad colectiva. La solución a estas crisis globales requiere consensos y no está garantizada de la mano de las democracias y menos aún si son trumpistas. De ahí que el ejercicio de la democracia exija la ética política.

(Posdata / Sr. Presidente: Cuando la cuerda esta a punto de romperse los gestos en política son cruciales. Si yo fuera usted le invitaba a Feijóo (sí, soy consciente de lo que digo) a tomar un largo café en La Moncloa. Puede parecer extraño pero eso ha de ser la convivencia democrática. Seguramente sirva de muy poco pero …. ¿cómo se empieza a descrispar un clima de confrontación y odio?, ¿cómo se pone en valor el diálogo? Casi todo está por hacer. En esta situación, precisamente, hay que tomar la iniciativa y expresar la disposición al diálogo por parte de quien lidera España. Se hizo con Puigdemont).

 

Odón Elorza / Ex diputado y miembro del Comité Federal del PSOE

San Sebastián 24 de noviembre de 2023 / Publicado en InfoLibre.es

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